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sábado, 10 de abril de 2010

LA PENÚLTIMA VEZ.





Volvió a redactar una carta de despedida. Una vez más.Retomó la dulce melancolía, y con cariño, abrazaba una a una cada palabra antes de dejarla impresa en el papel.
Pausaba el bolígrafo, miraba más allá de la ventana. Se dejaba sin prisa bañar por una idescriptible sensación de pasados lejanos, de veranos adolescentes, o de recuerdos nítidos y brillantes de hacía apenas tres meses.
Tenía clarísimo que era el final. De nuevo. No tenía sentido prolongarlo más. Hacía tantos años que habían escrito el final que estaban irremediablemente alejados de cualquier opción. No había resquicio alguno para huir a ninguna parte. Eran universos dispares y lejanos, inmiscibles. Nada podía justificarse ya en el amor. En este amor. Inmenso, irracional, inabarcable, intenso. Tan carente de fundamento en estos momentos.

Que no hubiera manera de sacurdírselo de encima no lo hacía justificable, ni siquiera real. Había llegado el momento. Era el momento de cerrar por derribo. Cerró los ojos.
Una lágrima venció por fin la barrera de pestañas...y con ella, sus dedos, desgarraron por penúltima vez en pedacitos minúsculos la nota.




Autora: Mme Pompidou




3 comentarios:

Marcos Callau dijo...

Desgarrador ese derrumbe penúltimo. Al mirar mas allá de una ventana, al pensar y dejar brotar las palabras suelen escribirse los textos más bonitos. Imagino que tú lo has escrito así porque es precioso.

Anónimo dijo...

gracias Fernando.... a ver si empiezo a escribir la última carta... habrá que hacerlo... Un beso enorme. Gracias, mi complice.

ybris dijo...

¿Por qué será que las palabras con que nos despedimos son siempre las últimas y las despedidas, las penúltimas?
Una pena esos amores irrecuperables.
Tan inspiradores, por otra parte.

Besos, Mme.

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